lunes, 18 de mayo de 2009

PARA ENCONTRA LA PAZ DEL ALMA

Cuenta una historia que en una oportunidad había un señor que estaba atravesando serios problemas y se quejaba de ellos. A menudo decía que quería huir a un lugar donde haya paz absoluta. Pero, ¿Dónde encontrar ese lugar? Él estaba dispuesto a pagar lo que sea necesario si alguien le conducía a ese lugar.
Un amigo suyo que escuchó la oferta se acercó y le dijo que él conocía un lugar ideal donde reina la paz absoluta; pero que la condición para llevarlo era el pago, por adelantado, de sus honorarios, que consistía en una cuantiosa suma de dinero. El hombre aceptó tal propuesta y subió animoso al auto de su amigo. El piloto prendió el motor del vehículo, avanzó unas cuantas cuadras y paró frente a un enorme portón. El hombre se sorprendió y le preguntó a su amigo: “¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué han parado el auto?”. El amigo le contestó: “Hemos llegado al lugar ideal que tú buscas”. El hombre se quedó perplejo y le dijo: “¿Cómo? Si este es el cementerio”. Estás en lo cierto -le dijo el amigo-, pero éste es el lugar ideal que tú buscas, aquí reina la paz absoluta, pues aquí a la gente se les ha acabado los problemas”. Tal hombre, si bien se quedó decepcionado, aprendió la lección. Aunque, como podemos darnos cuenta, le costó caro.
Así es, amigo lector, si usted es una de esas personas que reniegan por los problema de la vida y quisiera vivir en un lugar donde reine la paz absoluta, tome conciencia que ese lugar ideal es el cementerio. Por lo tanto, no se desespere con los problemas, no se angustie. Yo pienso que una de las actitudes más estúpidas e inútiles que asumimos las personas es la preocupación. Por eso, a menudo predico la filosofía de la despreocupación, que no es lo mismo que la indiferencia.
La filosofía de la despreocupación invita a ser conscientes de nuestros problemas y analizar su naturaleza, comprender su origen y buscar las soluciones apropiadas; pero todo esto con el espíritu calmado, sin angustias y crispaciones nerviosas.
Es importante tomar conciencia que: problemas siempre vamos a tener en la vida. Pero jamás lograremos solucionarlos adecuadamente si estamos nerviosos. Por tal razón, es importante que reflexiones en el contenido de ese famoso refrán que dice: “Si tu problema tiene solución ¿Por qué te preocupas? Pues tiene solución. Y si tu problema no tiene solución, también ¿por qué te preocupas? Pues no tiene solución”. ¿Acaso con preocuparte solucionas los problemas? Nada. Al contrario, los puedes empeorar.
Para encontrar la paz del alma no tenemos que hacer grandes aventuras. Basta que aprendamos a tomar distancia de los problemas. A veces nos pegamos demasiado a ellos y es por eso que se nos nubla la razón. Es como si quisiéramos leer una página de un libro pegándola a nuestra nariz. ¡Eso es imposible! Si de verdad queremos leer una página tenemos que colocar el libro a una distancia prudencial de nuestros ojos. Lo mismo hay que hacer con los problemas. Hay que mirarlos, no como hechos aislados, sino desde la perspectiva de toda nuestra vida y desde la óptica de Dios, preguntándonos: ¿Qué lugar tiene este problema en el paisaje de mi existencia? y ¿Qué quiere decirme Dios a través de él? (www.utopiaprossa.com).

1 comentario:

Padre Walter Malca dijo...
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